jueves, 5 de diciembre de 2013

La ambientación de Aerith

Para los que quieran enterarse de cómo es a grandes rasgos el mundo que presenta Aerith, les dejo un fragmento/introducción del manuscrito.

Grinddaln era un mundo dividido entre los Dioses del Orden y del Caos. Los primeros, estructurados, lentos para decidir y ligados a infinidad de códigos; los segundos, caprichosos, flexibles y dados a cambios de opinión rápidamente. Ambos habían creado Grinddaln muchos eones atrás. Una infinidad de Dioses Mayores y Menores competían en el plano físico dando favores a sus creyentes, poder a sus sacerdotes y manipulando reinos, familias y facciones.

Rápidamente esto llevó a la conformación de grandes grupos de adoradores, y la mayoría de los reinos terminaron rindiendo culto a unos u otros. Pero aquella competencia no era del agrado de los Dioses Mayores, quienes recordaban vívidamente la Era de la Creación del Mundo, en la cual la lucha había sido directa y sangrienta.

Fue por eso que las dos facciones acordaron un pacto. Todos los Dioses permanecerían en el Plano Etéreo, y sólo influenciarían a los humanos de manera indirecta, a través de sus sacerdotes. Pero cada mil años, en una fecha precisa y conocida por todos, los Dioses descenderían a Grinddaln y combatirían como en los viejos tiempos, apoyados por sus creaciones humanas, quienes a su vez se enfrentarían, reino contra reino. Cada bando confiaba en ser el ganador, pero si no lo había, mil años después, todo se repetiría.

Los siglos pasaron y tres veces descendiendo los Dioses a Grinddaln, dejando a este mundo en un lamentable estado de destrucción y catástrofe. Los continentes se partían, las islas se hundían y surgían nuevos territorios. Luego de estos Cataclismos, en los que el mundo era parcialmente recreado, los humanos vivían existencias miserables y trágicas, siendo diezmados por las guerras y las catástrofes, para luego reconstruir lentamente sus reinos e imperios.

Los Dioses Mayores no veían nada malo en esto, pero los luego del Tercer Combate, algunos Dioses Menores comenzaron a dudar. Hijos y nietos de los Dioses Mayores, muchos de ellos habían perdido ya a varias generaciones de sus descendientes, que habían sido engendrados con humanos. Algunos solían pasar breves temporadas en Grinddaln, siempre que les estuviera permitido, y comprendían mejor la miseria humana. Temían, además, que en el siguiente Combate el mundo fuera destruido, porque el poder de los Dioses era cada vez mayor y se usaba con menos restricciones.

Durante los siguientes mil años, un grupo pequeño de Dioses Menores comenzó a tejer un cuidadoso plan, al que se fueron incorporando más y más Dioses Menores. Poco antes del inicio del Cuarto Combate, sus sacerdotes, previamente informados, se presentaron para un sacrificio final.

La tierra tembló, y los cielos cambiaron de color. Los santuarios y templos de los Dioses Menores quedaron desiertos, cuando sus guardianes desaparecieron misteriosamente. Se materializaron en los lugares más diversos: en medio de desiertos, islas abandonadas y ciudades populosas, orando en algún idioma desconocido. Los cielos se iluminaron y de pronto, todo lo que estuviera hecho de metal comenzó a arder y disolverse. Los soldados apenas tuvieron tiempo de quitarse sus armaduras, y muchas mujeres quedaron marcadas por sus joyas al rojo vivo. Todo el metal extraído, e incluso parte del que estaba bajo tierra, se distribuyó junto a los sacerdotes que oraban, atrapándolos en extrañas máquinas místicas.

De esta manera, los Dioses Menores formaron una barrera, que cubre casi todo el mundo, separando completamente el Plano Etéreo de Grinddaln. Esto impide que los Dioses Mayores puedan pasar al Plano Físico, evitando entonces la realización del Cuarto Combate, pero aislándolos a su vez de los humanos.

Lamentablemente, esto significó que la castigada superficie de Grinddaln terminara de quebrarse nuevamente. El mayor de los continentes, Fendal, se fracturó en tres. Surgieron nuevos territorios en los mares y ciertas islas quedaron aisladas o fueron hundidas. Sin embargo, el caos fue menor, y muchos reinos e imperios mantuvieron su integridad, aunque con grandes problemas. En la actualidad, han pasado casi cien años de la Huida de los Dioses, y estos reinos todavía están luchando con las consecuencias directas de este Cataclismo.


Las Columnas
Los Dioses necesitaban canalizar su energía hacia todo el Plano Físico, mientras no permanecían en él. Para ello debieron tomar el metal, que podía mantener y transportar la energía mística de su esencia, en cantidades colosales. Fue así que surgieron las Columnas.

Dentro de ellas habita la esencia vital de al menos un sacerdote de los Dioses Menores, que se mantiene “vivo” gracias a la esencia divina que corre por la Columna. Los sacerdotes son fuentes de consejo y de antiguas historias, por lo que suelen ser venerados localmente. Sin embargo, no todos sobrevivieron, y muchas veces los que sí lo hicieron no quieren o no pueden comunicarse con los demás.

La función de las Columnas es acaparar Aerith, la esencia de los Dioses, y diseminarla nuevamente por el mundo, manteniendo en funcionamiento la barrera mística que separa a los hombres de los Dioses. Este conocimiento les llegó a la mayoría en el momento de la instauración de las Columnas, cuando los Dioses hablaron por boca de sus sacerdotes y explicaron lo que sucedía. En casi todas las regiones, esto aceleró la instauración de prohibiciones legales, que suelen penar con la muerte a todos los que dañen las Columnas para obtener metal. Sin embargo, en muchos lugares remotos nadie escuchó a los sacerdotes, y persisten creencias animistas que ven a las Columnas como totems de los Dioses, como la materialización de alguno de ellos o como alguna clase de milagro al cual al que realizarle ofrendas o sacrificios.

Muchas décadas han pasado, y la mayoría de las columnas siguen allí: en medio de desiertos, ahogadas por las junglas, en las gélidas regiones del sur y en medio de las ciudades y pueblos, donde son lugares de reverencia y culto. Muchos ya no creen en los dioses; muchos los han olvidado completamente, pero todavía algunos esperan su regreso. Aunque parte del paisaje diario, las Columnas no pasan desapercibidas para nadie.


El Aerith
El Aerith era la sustancia mística que los Dioses enviaban a sus sacerdotes para canalizar sus deseos, permitiendo verdaderos milagros. Sin embargo, los sacerdotes no eran más que conductos, y no podían manipularla según sus deseos. Con la Huida de los Dioses, esto ha cambiado.

El Aerith es la esencia de los Dioses, y por lo tanto no puede ser destruida. Circula por el mundo libremente, aunque ahora, al no estar atada a la voluntad de los Dioses, puede ser acumulada y manipulada por los humanos. Es así que ha surgido una pequeña casta de hechiceros, chamanes y otros tipos de personas que utilizan el Aerith de acuerdo a principios y reglas novedosas. Algunos los usan para el bien; otros para todo lo que dé dinero; otros, para el mal.

Sin voluntad que lo guíe, el Aerith fluye de manera caótica. Por eso es tan necesaria la existencia de las Columnas, que mantienen constantemente la circulación de Aerith, dando poder al Último Designio de los Dioses. Sin embargo, la depredación de las columnas que están fuera de las áreas pobladas, algunas catástrofes naturales y otros factores hacen que esta circulación no sea tan fluida como debiera.

Así, el Aerith se concentra en zonas poco pobladas, en donde tuerce lentamente las leyes de la naturaleza. Deforma sutilmente a los animales, construyendo monstruos; enloquece a las personas que no saben manipularlo o crea zonas de vegetación extraña en donde suceden cosas anormales.

Esto ha reforzado la necesidad de los chamanes, individuos solitarios que viven en estos lugares alejados y se convierten en guardianes del Aerith, tratando de canalizarlo y evitar su acumulación perniciosa, mientras investigan otros usos de esta sustancia mística tan poderosa y peligrosa.


Las sociedades luego del Cataclismo
La fragmentación de Fendal causó todo tipo de problemas geográficos y políticos. Destruyó imperios, aisló regiones enteras haciendo surgir montañas o desiertos. Cambió el curso de ríos, creando vergeles codiciados. Esto derivó en todo tipo de problemas sociales, llevando a guerras civiles, hambrunas, revoluciones, caída de reyes y emperadores, exilios, etc.

Por si fuera poco, la certeza de que los Dioses habían Huido del Plano Físico trajo desesperación, y la desaparición completa de la casta religiosa. Con los sacerdotes de los Dioses Menores convertidos en Guardianes del Último Designio, los sacerdotes de los Dioses Mayores perdieron sus poderes y fueron asesinados o tuvieron que adoptar otras formas de vida. La falta de apoyo a ciertos gobernantes, que dependían en gran medida de los favores de los Dioses, determinó su caída precipitada y su sustitución. Con la desarticulación de ciertos Imperios, han surgido nuevos reinos, así como regiones que nadie disputa debido a su inutilidad o peligrosidad.

La falta de metales ha trastocado la vida diaria. Todo lo que puede ser reemplazado por madera o piedra hace tiempo ya fue convertido. Abundan las armaduras de cuero o pieles, las cuales son reforzadas a veces por trozos de madera tallada. Solamente los más ricos pueden pagarse armas, armaduras u otros elementos de metal, y muchas veces éstos son apenas ceremoniales, hechas de los metales más baratos.

La falta de metal ha hecho a algunos muy pobres y a otros muy prósperos. A veces, regiones alejadas en las que se han descubierto minas sin explotar se vuelven zonas de riqueza, pero también muy codiciadas. Sin embargo, regiones muy desarrolladas y prósperas se vieron arruinadas y ahora apenas sobreviven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

Blogger news

Blogroll

About